“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.”
“Todo lo que tiene el Padre también es mío.” (Jn 16, 15)
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Estamos celebrando la
fiesta de la Santísima Trinidad. Después de celebrar la ascensión de
Jesús, la venida del Espíritu Santo, la Iglesia nos llama a recordar el
misterio de la unidad de Dios. Mismo que nuestro Dios sea tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo, nosotros profesamos la fe en un único
Dios. No tenemos tres dioses. No somos politeístas, como eran por
ejemplos los griegos que tenían muchos dioses, y como sabemos, siendo
diferentes entre ellos, era muy difícil para Zeus administrar los
conflictos y los diversos intereses.
Nosotros
los cristianos, nacemos de la fe hebraica, y creemos en un solo Dios,
omnipotente y creador de todas las cosas. Pero Jesucristo nos reveló,
que este Dios único es también comunidad. Dios no es solitario, en su
único ser es Padre e Hijo y Espíritu Santo, y gozan de la misma
omnipotencia, de la misma gloria, de la misma voluntad, tienen los
mismos intereses, se aman entre si, y rebozan de amor... Aunque sea muy
difícil de comprender, o mejor, imposible entender completamente este
misterio, nosotros somos invitados a contemplarlo y a encontrar en él,
explicaciones y motivaciones para nuestras vidas.
Por
ejemplo el hecho de que el ser humano no pueda existir en el
aislamiento. Nosotros no fuimos hechos para la soledad. Dios que es
Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuando nos hizo a su imagen y semejanza,
ya nos hizo abiertos y necesitados de los demás. Es inútil pensar que
puedo todo solito, o que puedo encontrar felicidad cerrado en mi
egoísmo. No fuimos hechos para ser así. Es el pecado, que trata de
descomponer nuestra semejanza con Dios, buscando siempre aislarnos.
Nosotros
desde un principio fuimos hechos para la comunidad, para la comunión,
para la fraternidad, para el amor. Todas nuestras acciones tienen efecto
sea sobre nosotros mismos, sea sobre toda la comunidad humana. Si hago
el bien a una persona, lo estoy haciendo a ella, a mi mismo y también a
todos. Lo mismo cuando maltrato una persona, estoy hiriéndome a mi mismo
y estoy lastimando toda la humanidad. Es inútil pensar que puedo crecer
pisando a los demás, que puedo ser mejor por criticar a los otros, que
puedo ser mas rico por refutar la caridad, que puedo saber mas si no
enseño a nadie, o que puedo ser mas respetado por humillar a quien creo
estar mas abajo.
Infelizmente
el diablo ha entrado en nuestra historia. La palabra diablo quiere
decir “aquel que se atraviesa y separa”. Siempre que somos motivo de
división y de contiendas estamos siendo diabólicos, estamos colaborando a
descomponer la imagen de Dios. No es posible pensar que yo pueda ser
una imagen de Dios, aislado de los demás. Solito nadie es imagen de
Dios. Pues nuestro Dios es comunidad, es Trinidad. La imagen de Dios es
el matrimonio, es la familia, es la comunidad, es la amistad, es la
fraternidad.
Jesucristo
vino al mundo para re-unirnos. El quería rehacer la imagen de Dios.
Toda su vida, sus palabras y sus acciones querían enseñarnos el camino
de la unidad. Hasta mismo la eucaristía, él nos dejó como sacramento de
la unidad. Quien comulga, es llamado a buscar la unidad, y no solo una
unidad mística con Dios, mas la unidad de todo el genero humano.
Somos
llamados a romper muros, abrir puertas, hacer caminos, construir
puentes... a abrazar, ayudar, tender la mano, perdonar, elogiar...
¡Que todos sean uno!
Este es el sueño de Dios Trinidad, si tu quieres él te va a ayudar
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.