lunes, 11 de febrero de 2013

"REFLEXION CUIDA TU LENGUA"







                                       Virtudes y Valores
Hablar mal de los demás
Si es falso se convierte en calumnia y si es cierto se convierte en difamación



A una mujer que se confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás, san Felipe Neri le preguntó:

- ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?

- Muy a menudo, Padre -responde la penitente.

- Hija, creo que no te das cuenta de lo que haces. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí.

La mujer obedeció, y se presentó al santo con la gallina desplumada.

- Ahora -le dijo Felipe-, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina...

- Pero eso es imposible, padre -rebatió la mujer-, con el viento que hace hoy no podré encontrar más que unas pocas.

- También yo lo sé -concluyó el santo-, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento, tampoco puedes recoger todas las calumnias levantadas y dichas de mucha gente, y en perjuicio de tu prójimo.

No quisiera añadir muchas palabras para no desvirtuar el sabroso mensaje que nos ofrece esta anécdota, pero quisiera hacer una pequeña referencia.

Es un gran pecado colectivo el hablar de los demás sin ser muchas veces conscientes del daño que podemos causar. Primero si es falso se convierte en calumnia y segundo si es cierto se convierte en difamación. Nos gusta "ver la astilla en el ojo del prójimo y no reparamos en la viga que llevamos en el nuestro".
AMEN
 
SERVICIO BIBLICO CATOLICO-PAITA

viernes, 8 de febrero de 2013

"REFLEXION DEL DICHO AL HECHO"




               DEL DICHO AL HECHO


Santiago 1,22-24
22Pongan por obra lo que dice la Palabra y no se conformen con oírla, pues se engañarían a si mimos.  23 El que escucha la palabra y no la practica es como aquel hombre que se miraba en el espejo, 24 pero apenas se  miraba, se iba y se olvidaba de cómo era.
Reiteradamente en la iglesia cuando escuchamos La Palabra de Dios, y se nos enseña a vivir de diferente manera, y nos invitan a poner en práctica lo que escuchamos,   con la voz fuerte y efusiva decimos:
-¡Si!  ¡Si! ¡Si! Lo haremos,  cambiaremos de vida, pondremos en practica todo lo que escuchamos, luego cuando salimos de la iglesia se nos olvida de actuar, todo queda  en palabras, palabras tan solo palabras y nada mas.
Dicen que una vez se desarrollo una gran convención de patos.
Estaban  reunidos  patos de todas las especies, de todo el mundo, el líder de los patos  toma el micrófono y dice:
-Queridos hermanos plumíferos, el objetivo de esta reunión es para mostrarles y enseñarles que los patos podemos volar, podemos volar.  Entonces el líder  mueve las alas y empieza a volar alrededor de los patos, sin parar de gritarles:
“Están viendo querida hermandad de patos, nosotros podemos volar,  podemos volar, todos pueden volar, vuelen hermanos, vuelen”  y todos los patos alegres y felices comienzan a volar,  todos felices  gritaban podemos volar, podemos volar,  y luego de un vuelo de una hora, los patitos aterrizan para terminar la reunión,  y luego de concluida la reunión, todos vuelven a casa felices y contentos, caminando. Escucho bien, todos retornan a casa andando…
************************
Pasa en la naturaleza con los patos, pero sucede también en la iglesia  con nosotros, al predicarse la Buena Nueva de la Salvación, el sacerdote o predicador nos enseña a poner en practica lo que escuchamos,  se nos  recuerda que todos nosotros tenemos la gracia de la vida eterna,  que nuestra patria no es esta,  que nuestra vida debe transcurrir  con nuestro corazón puesto en el cielo,  hay que juntar tesoros en el cielo y que debemos comunicar esta Buena Noticia por el mundo entero,  y constantemente en la iglesia aceptamos el reto de volar y volar por las alturas que nos lleva el Evangelio,  aceptamos y creemos y decimos ¡Si! ¡Si! A todo, pero que pasa cuando retornamos a casa, al salir de la iglesia se nos olvida de todo,  creemos las alturas y el cielo  es posible solo dentro del templo. Ya afuera todo vuelve a la normalidad. Ponemos los pies en la tierra que no tiene nada de malo,  lo malo es que nuestra mente y nuestro corazón aterrizan y se pegan a los placeres, cosas materiales y terrenales.
Esta es una invitación a  vivir  con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo,  con la meta puesta en lo que no perecerá jamás.
Lo que escuchamos en la iglesia, pongámoslo en práctica en nuestra vida, en nuestra familia, con los amigos, en la sociedad. Y en el mundo entero.
Seamos hacedores de la palabra, no nos conformemos solo con oír  la palabra.
Oración:
Señor en este día quiero agradecerte  por las alas del evangelio que me invitan todos los días a volar por las alturas de la gracia que tus regalas a todos tus hijos.
Señor que yo pueda todos los días vivir obedeciendo y cumpliendo tu palabra con los pies en la tierra, pero con los ojos y el corazón puestos en el cielo,  Enséñame a transitar por los caminos de la vida sin olvidar ni perder de vista la corona de vida eterna que tienes prometida para todos los que te aman y te buscan con sincero corazón. Amen

si Dios te inspira apoyar nuestra obra con una donación económica, puede hacerlo
al Banco Continental del Peru .Cta.0011- 0271- 0200254354-40 Moneda Nuevos Soles

Y comunícanos de tu donación vía correo electrónico. Dios te bendecirá grandemente.

serviciobiblicocatolico@hotmail.com

martes, 5 de febrero de 2013

"REFLEXION VIVAMOS NUESTRA FE CATOLICA"










              



¿Vivimos nuestra fe católica?
La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón, a las acciones, los principios, las decisiones, al pensamiento y a la vida.
¿Vivimos nuestra fe católica?
¿Vivimos nuestra fe católica?


La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.

Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.

Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.

Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).

Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.

Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.

Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.

Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.

Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.

Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.

Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.


si Dios te inspira apoyar nuestra obra con una donación económica, puede hacerlo
al Banco Continental del Peru .Cta.0011- 0271- 0200254354-40 Moneda Nuevos Soles

Y comunícanos de tu donación vía correo electrónico. Dios te bendecirá grandemente.

serviciobiblicocatolico@hotmail.com

lunes, 4 de febrero de 2013

"REFLEXION LA LLAVE "





                                                   ‘’LA LLAVE”


“Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entrare en su casa y comeré con él y el conmigo’’. Apocalipsis 3,20

El llanto  era imparable, las lágrimas recorrían el rostro de Lidubina, su mama al verla sollozando le pregunta: ¿Qué pasa hija mía? ¿A qué se debe el llanto?  Lidubina suspirando dice a su mama, Hace tres meses conocí a Lidubino, y él una y otra vez intento conquistarme, recuerdas que te comente que  me ofrecía cielo y tierra para que yo acepte su amor, y yo lo rechazaba,  pero él no se dio por vencido, la ultima vez me dijo:  “te entrego las llaves de mi corazón” Esa frase romántica hizo que yo le diera una oportunidad para enamorarme,  La madre interviene diciendo, ¡estas llorando porque Lidubino te entrego las llaves de su corazón! Estaba por sonreírse cuando es interrumpida por su hija: -¡No mamá!, no lloro por eso, mi llanto es que hace unas horas acabo de encontrarlo besándose con otra mujer,  ¡que canalla! ¡Cínico! ¡Hipócrita! hace unos días me dijo que “me entregaba las llaves de su corazón” y ahora me engaña. La madre al escuchar esto dice a su hija: cometiste un error hija mía, cuando el te entrego las llaves de su corazón,  era que también le hayas pedido las copias de esa llave,  ese fue el error tuyo no pedirle las copias de las llaves de su corazón….

Cuantas veces en tu vida, el Señor te ha pedido que le entregues tu corazón, tu obediente aceptaste entregarlo,  ¿Cuántas veces? Haz dicho te entrego mi vida Señor, “te entrego las llaves de mi corazón”  En la iglesia, en los grupos de oración hacemos compromisos de amar a Dios por sobre todas las cosas, le entregamos la llave de nuestro corazón. Pero salimos de la iglesia y ya en la calle, con los amigos, cuando la tentación del pecado llega a nuestra vida, nosotros en un principio rechazamos el pecado, pero este nos dice suavemente al oído: “Tu dices que le entregaste las llaves de tu corazón a Dios”  Pero te olvidas que  hace tiempo cuando tu  vivías en los placeres y deleites de la carne tu me entregaste las copias de las llaves de tu corazón. Y los enemigos de nuestra alma mostrándonos el falso gozo y deleite nos recuerdan que tenemos copias de esa llave que entregamos a Cristo.  Y con esas copias que nosotros fabricamos  desobedeciendo al Señor, le abrimos la puerta al pecado y este nuevamente se adueño de nuestra vida. 

Apreciados amigos que leen este mensaje, si en este momento te encuentras destrozado por el pecado, si tu vida transcurre con un pesar y dolor por haber traicionado a aquel que murió en la cruz para salvarte. Si estas constantemente fabricando llaves y abriéndole tu corazón a los enemigos de tu alma. Este es el momento de tomar una decisión en tu vida, es tiempo de volver a empezar. La buena noticia para todos los que hemos fabricado copias de las llaves de nuestro corazón, la gran noticia es que en este momento Jesucristo está tocando una vez las puertas de nuestro corazón, Cristo en este momento te declara y muestra su amor, y te pregunta: ¿Me entregas las llaves de tu corazón? 

 No dejemos pasar este momento de gracia y misericordia divina y digamos: ¡Si Señor!  “te entrego las llaves de mi corazón”  “te entrego mi vida señor” toma las llaves y también tomas todas esta copias de la llave que yo saque con el propósito de deleitarme en lo prohibido.  Señor toma todas las llaves de mi corazón originales y copias, te imploro que pegues y selles mi corazón, que los enemigos de mi alma ya no puedan entrar y robarme la fe, la esperanza el amor, que no me puedan robar la paz, la gracia y la salvación.  Gracias Señor, por esta nueva oportunidad, gracias Señor por que a partir de hoy vivo en tu presencia y vivo para amarte cada día más y más…

El pecador arrepentido que ha entregado su vida a Cristo puede leer con esperanza y emoción el salmo 32,1-5  “Dichoso el que es absuelto de pecado y cuya culpa le ha sido borrada. Dichoso el hombre aquel a quien Dios no le nota culpa alguna y en cuyo espíritu no se halla engaño.  Hasta que no lo confesaba se consumían mis huesos, gimiendo todo el día. Tu mano día y noche pesaba sobre mí, mi corazón se transformo en rastrojo en pleno calor del verano. Te confesé mi pecado, no te escondí mi culpa. Yo dije: Ante el Señor confesare mi falta, Y tú, tú perdonaste mi pecado, condonaste mi deuda. Amen
si Dios te inspira apoyar nuestra obra con una donación económica, puede hacerlo
al Banco Continental del Peru .Cta.0011- 0271- 0200254354-40 Moneda Nuevos Soles
Y comunícanos de tu donación vía correo electrónico. Dios te bendecirá grandemente.
serviciobiblicocatolico@hotmail.com

"REFLEXION NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA"




“Jesús dijo: «Ningún profeta es bien recibido en su patria...» Al oír estas palabras, todos en la sinagoga se indignaron. Se levantaron y lo arrastraron fuera de la ciudad, llevándolo hasta un barranco del cerro en el que está construida la ciudad, para arrojarlo desde ahí. Pero él, pasando en medio de ellos, siguió su camino.”   (Lc 4, 24.28-30)

Jesús estaba predicando en la sinagoga de su pueblo, donde las personas le conocían, donde estaban ciertamente sus parientes, sus vecinos, su amigos, sus compañeros ... y allí él percibió que aunque había una cierta admiración hacia él, al mismo tiempo había una fuerte desconfianza. Aquellos que siempre lo vieron desde pequeñito, no eran capaces de creer que él era el Mesías, enviado por Dios.

Este es un hecho muy real y común en nuestras vidas: no damos mucho valor a quienes tenemos muy cerca. «Ningún profeta es bien recibido en su patria.»
Por ejemplo, preferimos dar más valor a lo que dicen los extraños, de que a lo que dicen nuestros padres, o personas cercanas. Creemos que son mejores las cosas importadas, y dejamos de lado lo que es hecho por nuestra gente. Valorizamos los talentos de los desconocidos, elogiamos su voz, reconocemos su inteligencia, su competencia, pero los talentos de las personas que están a nuestro alrededor muchas veces ni nos damos cuenta que existen.
¿Quién de nosotros ya no se sintió dejado de lado exactamente por aquellos que deberían ser los más cercanos? Pero ciertamente también todos nosotros ya hicimos la misma cosa con los demás. El problema es que cuando somos nosotros que despreciamos nuestros cercanos, ni nos damos cuenta, sin embargo, cuando sufrimos la indiferencia o el menosprecio de parte de ellos, entonces nos duele muchísimo, y nos creemos la grande victima de la historia.
Tengo la impresión que a la raíz de este problema, está nuestro egoísmo y nuestra inseguridad. Por lo general, las personas que nos son cercanas son percibidas por nosotros como una especie de amenaza, pues vivimos en una constante “secreta” competición. En el ambiente familiar, por ejemplo, los hijos buscan siempre conquistar su propio espacio, y por eso contradicen a los padres, y se rebelan... los padres quieren hacer valer su autoridad ciegamente pues, a veces, se sienten amenazados por los hijos que van creciendo, que se instruyen y en algunas cosas llegan a superarlos. Entre los esposos existe una cierta disputa para ver quién decide, quien paga, quien es el más amado, quien es el más importante. Entre los hermanos desde muy pequeñitos, con los celos, se empieza a disputar la atención, el cariño, y cada uno intenta de todos los modos ser el predilecto. Lo mismo entre los compañeros de escuela, de trabajo, de asociación deportiva, del grupo de la iglesia y hasta entre amigos.
Esto se manifiesta, por ejemplo, en la facilidad que tenemos en reconocer los errores de los demás. Pueden hacer 100 cosas muy buenas, que ni nos damos cuenta, pero una que le salga mal ya nos salta a los ojos y hasta parece que nos hace bien decirlo, y parece que nos consuela y conforta el criticar los equívocos ajenos. Hacer un elogio a una persona con quien convivimos exige un alto grado de humildad y mucha madurez, pues significa colocar a la luz la capacidad del otro. Evitar de hacer una crítica exige también una gran humildad y madurez, pues en general nuestra crítica, no quiere tanto ayudar el otro a mejorar, sino que solamente puntualizar su equivoco. Queremos, en general, ensuciar la imagen de quien criticamos, pensando que así nosotros pareceremos mejores.          
Tal vez hasta podamos pensar que esta competencia, aunque a veces muy sutil, sea un hecho verificable en todas las relaciones humanas cuando compartimos un espacio común. Hasta mismo, entre los discípulos de Jesús, hubo estos conflictos (Mc 10, 35-41). Tener conciencia de esto nos ayuda a, por un  lado a perdonar con mayor facilidad cuando lo sufrimos, y por otro, intentar frenarnos cuando nuestras críticas o nuestro desprecio nacen del miedo de reconocer en el otro, alguien que me supera en algo.
Para  todos nosotros es mucho más fácil reconocer el bien, los valores, los talentos... en aquellos que están lejos de nosotros y no nos constituyen una amenaza. Aceptar un consejo, reconocer la razón, atender a las indicaciones, hacer un elogio a alguien con quien comparto la vida cotidiana es un gesto que exige adueñarse de sí mismo, y superar al menos en algún sentido, la tal competencia, para hacer crecer el espíritu de fraternidad.                          
Algo semejante sucedió con Jesús, después de proclamar su misión en su pueblo, la gente al principio estaba admirada, pero luego empezaron las criticas, las desconfianzas, el decir: “a este yo le conozco desde pequeñito ¿qué es lo que ahora nos quiere enseñar?!” Y querían matar a Jesús, querían paralizarlo. Querían impedirlo de continuar su camino de crecimiento. Con todo, Jesús no se dejó vencer; al contrario,  “pasando en medio de ellos, siguió su camino.”
También nosotros debemos aprender con Jesús cómo comportarnos delante de aquellos que nos quieren hacer el mal. Delante de aquellos que con sus criticas o calumnias, movidos por los celos, la envidia, o la inseguridad, nos quieren llevar al barranco del desanimo, del odio, de la frustración para destrozarnos, debemos con serenidad y comprensión, perdonar y pasando entre ellos, seguir adelante como hizo Jesús. Y sobre todo, evitar hacer lo mismo con los demás. Debemos estar siempre atentos, pues muchas veces, somos nosotros quienes buscamos conducir a nuestros hermanos, amigos y colegas... al barranco de la destrucción, a veces hasta disfrazados de quien quiere solo el bien.          
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te de la PAZ.
si Dios te inspira apoyar nuestra obra con una donación económica, puede hacerlo
al Banco Continental del Peru .Cta.0011- 0271- 0200254354-40 Moneda Nuevos Soles
Y comunícanos de tu donación vía correo electrónico. Dios te bendecirá grandemente.
serviciobiblicocatolico@hotmail.com