viernes, 20 de julio de 2012

"REFLEXION LOS APOSTOLES REGRESAN DE LA EVANGELIZACION"






"Al volver los apóstoles donde estaba Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Y entonces él les dijo: Vamos aparte a un lugar tranquilo para descansar un poco" (Mc 6, 30-31)

En la semana pasada hemos meditado sobre el primer envío misionario que Jesús hizo a sus apóstoles. Hoy el evangelio nos cuenta el retorno de estos discípulos. Ellos vuelven a Jesús llenos de novedades, y Lucas nos dice que ellos se sentían felices cuando retornaron (Lc. 10, 17).
Como vemos el hecho de haber ido a la misión les ayudaba por fin en el dialogo con Jesús. Seguramente a causa de las experiencias que ellos tuvieron, Jesús pudo profundizar muchas cosas con ellos, que de otro modo habrían sido solamente explicaciones teóricas.
La experiencia misionera les dio a los discípulos un nuevo vigor, nuevas ganas para crecer en el encuentro con el Señor. De nuevo este evangelio nos hace insistir en la importancia de compartir nuestra fe. De ser misioneros en primer lugar en nuestros ambientes (trabajo, escuela, vecinos, grupos de amigos...) y cuando sea posible también en otros ambientes donde vamos exclusivamente para evangelizar. En la Iglesia de Cristo nadie debe solo recibir, todos son invitados a compartir de lo que ya tienen.
Infelizmente estamos muy acostumbrados a la pasividad. Queremos ser cristianos pasivos. Queremos ser solo espectadores. Queremos solo recibir. Pensamos que para ser un evangelizador, un misionero, se tiene que ser una persona especial, o que esto sea cosa solo de los sacerdotes y las monjas. Pero no es así. Toda la Iglesia es misionera. Todos los miembros de este cuerpo estamos llamados al trabajo apostólico. Todos los que recibieron la buena noticia tienen que pasarla adelante, tienen que anunciarla. Quien esconde este tesoro, lo pierde. Quien lo regala, lo ve multiplicar.
Pero el evangelio de hoy nos da la ocasión de decir una palabrita sobre el descanso. Después de la misión Jesús invitó los discípulos a descansar.
El descanso es una parte de la Ley de Dios. Él sirve a rehacernos, a renovar nuestras fuerzas y nuestras energías. Hasta los operarios del reino tienen el deber de reposar. Los hebreos, con las reglas muy duras sobre el reposo del sábado, sabían que este precepto era muy importante hasta para la espiritualidad, pues les hacía entender que aun cuando paran, el mundo sigue adelante, pues no somos nosotros quienes vamos a mover al mundo, pero si Dios, que es Señor de todas las cosas. Muchas veces nuestro activismo nos hace creer que somos nosotros los imprescindibles. Corremos como locos, creyendo que sin nosotros el mundo se termina. Pero esto no pasa de una estúpida alusión. Aunque muramos, el mundo continúa su camino.
Es en la escuela del reposo semanal, que aprendemos que solo Dios es necesario. La auténtica espiritualidad cristiana exige asumir el descanso como un principio sagrado. Sin dudas debemos colaborar con todas nuestras fuerzas, debemos dar todo lo que tenemos, pero sin pensar jamás que somos los únicos responsable para que las cosas caminen.
Debemos recuperar el domingo como día del Señor. Día de oración y de descanso. Día de estar con la familia, de participar en la comunidad. Día de gastar el tiempo con la vida, con la amistad, con algún paseo, con la contemplación de alguna belleza.
Quien nunca descansa, aunque esté haciendo solo cosas buenas, aun no entendió quién es el verdadero motor de la espiritualidad cristiana, y puede estar siendo víctima de sí mismo. Aun no entregó el timón de su vida a Jesús.
El Señor nos envía a la misión, pero nos alerta que hace parte de esta también, el sagrado descanso.

El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
AMEN.
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